jueves, octubre 13, 2005

 

FUMAR OR NOT TO BE


ACTO PRIMERO.

Que sí, maldita sea. Que me huele el aliento como un huevo descompuesto. Que he hecho de mi boca un sinónimo del báter. Que sí, que es como el culo de cualquier omnívoro enfermo de lombrices. Que anuncia necrosis con esa áspera voz que le queda. Que atufan ya mis palabras por teléfono y hasta por escrito. Que, confieso, voy de noche a los bajos fondos de la ciudad en busca de mi dosis intolerable de nicotina. Que soy un mal ejemplo, un desecho, un desecho polvo, una pésima influencia para los bebés incorruptos que han de nacer en un mundo sin mis humos. Que tengo los dientes ocres de cadáver ensayado en toses. Que enciendo un modernísimo pecado cuando me escondo en el baño. Que extraigo a chupetones el poder nocivo de una costumbre execrable y además lo metabolizo. Que ya el tóxico soy yo mismo. Que merezco morir mil veces por dedicarme a matar a los indefensos, inocentes, inculpables que han osado cruzarse en mi camino. Que debieran castigarme a perpetuidad en una cárcel de alta seguridad para no fumadores. Que todo desprecio es poco y aun los hijos de la gran puta que yo tuviera habrían de escupirme en defensa propia. Que tipos como yo estropeamos el universo exhalando vahos asesinos. Que portamos un sacrilegio abyecto contra la moral, la salud y las buenas costumbres. Que soy abyector de conciencia. Que avergüenzo a mi santa madre y al género humano entero. Que todos los castigos de la biblia serían una leve azotaina para lo que en realidad hago méritos.
Que estoy, vaya, por dejar el tabaco.



ACTO SEGUNDO.

Y con la pasta que ahorre quitándome ese nefasto gasto me haré un lifting y me estiraré el escroto, que ya me llegan los huevos a los tobillos. Iré a un gimnasio a deshidratarme las fibras, a hacer cultura de culturista, a comer forraje de herbolario y a beber hormonas de esas que depilan más que una inmersión en cera hirviendo. Me inyectaré en la minga un farmaquito alzaánimos y entonces seré erector de conciencia, un hombre fuerte y atractivo. Me pondré dientes postizos, encías postizas, paladar postizo, lengua postiza y bisoñé. Me daré cremas faciales y me reduciré el estómago con cirugía para pesar de nuevo 80 kilos. Haré amigos por internet. Acudiré a kedadas. Conoceré divorciadas de pérdidas leves, silicona y tinte. Me apuntaré a fiestas de singles en Barcelona para acostarme con adolescentes sexagenarias y me lo pasaré como nunca en la disco tomando chupitos de mora sin alcohol. Tendré dos gatitos de angora en mi ático minimalista y les llamaré Chupi y Puti. Usaré colonia y after shave. Seré simpático y sonreiré siempre con un smint de menta bajo la lengua por si toca beso. El mundo entero me querrá. Seré aceptado, divertido, buscado, feliz, sociable, y no podré soportarlo.
Entonces volveré a fumar.
Por culo.
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martes, octubre 04, 2005

 

NACIMIENTO SOSTENIBLE


El tópico asegura que uno tiene la edad que siente, no la que indica el carnet.
Es una frase con cierto sentido, a qué negarlo. Pero yo la encuentro demasiado primaria y me apetece sofisticar un poco su contenido, que para eso abrí un blog.

Decir que la edad está en la cabeza y no en la fecha, encierra afanes y añoranzas de juventud. Nunca diría eso un chaval de 18 años.
Y nadie con buen juicio debiera perder siquiera media neurona en desear una edad que no tenga, pues tal cosa pondría de manifiesto que el individuo en cuestión PIENSA en la edad, y eso es una enorme torpeza. Es un perro que muerde al dueño.

Una vez sabido que el tiempo numerado es una convención y por tanto un artificio y blablabla, el transcurso de hechos, la sucesión de aconteceres, nunca debieran ser algo que nos amohinase lo más mínimo.
Que salga y se oculte el sol millares de veces, que llueva, nieve o escampe, que vengan las bermudas o los abrigos, no son cosas que tengan ningún efecto en la edad. Que se entumezcan los músculos, se tuerzan las espaldas o se enturbien los ojos tampoco influye en ella. Que se sea veloz, ágil y flexible nada significa en este asunto.

Todos los seres humanos comienzan su andadura en el PRIMER nacimiento. Luego y hasta la desaparición, tendrán la posibilidad de nacer constantemente.
Si por azar, o voluntad, o por la suma de ambas cosas, el individuo nace a menudo, jamás tendrá tiempo en sí que contabilizar, ni edad en la que malgastar un pensamiento.

En cada idea, en cada pensamiento, en cada creación se nace. Lo sé y lo creo sinceramente.
Sólo envejece y muere sin cesar el ser cuyo pensamiento permanece agostado.
Y la receta no puede ser más sencilla y económica: Pensar. Pensar en crear. Crear pensamiento.
No debe asustarnos. No es un concurso.
El pensamiento creativo no necesita por fuerza ser genial y asombroso. Le basta con ser original, propio.

Nadie sabe si lo que crea ya está creado; ni yo mismo, si esto que ahora digo ya lo ha escrito alguien EXACTAMENTE igual que yo. Pero no lo sé, por tanto es creación. Se puede inventar el tema o simplemente la perspectiva del mismo, o su lenguaje, o el diseño.

Y no debe usarse esta “terapia” como sistema antiarrugas, pues quedaría reducida a las cenizas de un patético autoengaño, tan abundante por otro lado.

Hay que intentar pensar, no en lo que se nos ocurra sino en qué es aquello que jamás se nos ocurriría.
Entonces suele acudir al magín una frase, un verso, una imagen, una diminuta filosofía, un chiste, un sueño, un paso de danza, un comportamiento, un juego de palabras, un deseo...cualquier cosa.

Por eso cuando uno está ocupado en crear algo, sea lo que sea, transcurre y acontece por encima de las convenciones y artificios y no se para a discutir la opinión de un tonto calendario.
Todos los que piensan viven la misma edad: NINGUNA.
El pensamiento no tiene ni puta idea de cotos ni verjas. La idiotez sí, por supuesto. Es ella misma la que los crea donde no había.
En resumen sería que el individuo o es pensamiento o es nada. Y crear es estar naciendo una y otra vez hasta la muerte.


Nadie hay más viejo que yo.
Nadie más recién nacido.

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