domingo, noviembre 12, 2006

 

-NADA COMO UN EJEMPLO-

A ver. Esto es como si llegases a un sitio, tú vestido de forma corriente, en el cual todas las personas fueran muy altas y llevasen gafas de sol verdes, chaquetas de franela a cuadros, pantalones con una pierna larga y otra corta, sandalias ibicencas y sombrero cordobés y te dijeran que allí si no se presenta este aspecto, no se permite la entrada porque los techos son muy bajitos y hay que agachar la cabeza para poder asomarse a la ventana y ver un jardín de cactus con linternas de bolsillo.
Claro, tú, acostumbrado a tu casa de medidas normales discutirías con el tipo de la puerta e intentarías que te comprendiese.
Pero es difícil. Y le dirías, joder, a ver si me explico: esto es como si te levantas una mañana, harto de dormir y te dices, ¿sabes?, me voy a dar una vuelta con el perro, aprovechando que cobré el viernes, y me llego andando hasta el mercado.
Con esta acción matas dos pájaros de un tiro, pasear al chucho y hacer la compra. Pero supón que cuando estás ya allí te dice el tendero que el precio de la uva está por las nubes y que su madre está en el pueblo y no llega hasta el miércoles. Vaya. No habías contado con eso. Tú tenías varios miles de billetes, pero tu intención era comprar algo más que un triste racimo.

(Es como si al este señor de la imagen tuviéramos que explicarle algo.)

Entonces piensas, ¡caramba con el precio de la fruta!, y ni corto ni perezoso se lo dices al vendedor.
El frutero te asegura que él no es quien marca los precios a pesar de haber servido en los cascos azules. Que si acaso compres sandías o chirimoyas. Y te quedas perplejo. No comprendes. Tú querías uva, no otra cosa.
En esa tesitura, el hombre se arma de voluntad y te dice que eso es como si tu perro se estuviese lamiendo el cipote y en ese momento pasase por su lado un grupo de viudas que vinieran del cementerio de ponerle flores a sus difuntos. Coño, el perro es ajeno a eso y no se le puede pedir decoro, es algo normal, ya se sabe, pero imagina que una de las señoras perdió a su marido por el ataque de un pitbull terrier y ganó el pitbull. Claro, las demás intentarían hacerle comprender a la afectada que no fue tu perro, que tu perro sólo se la está chupando, pero ella seguiría en sus trece, con lo cual, las otras debatirían en la forma mejor de razonarle el tema para serenarla.
Vamos, que eso es como si una viuda le dice a otra que las cosas se han de sobrellevar cuando no está en nuestra mano su resolución, que es como si en una fábrica se encienden las luces cuando suena la sirena de entrada y se da uno cuenta de que un fluorescente está cascado. La luz es suficiente, de acuerdo, pero esa lámpara no funciona. Es como si cuando hacen dibujos animados por la tele, el niño se ha ido a cagar, y luego al regresar al sofá, los dibujos ya han terminado. El niño puede ir vestido con sombrero cordobés, o con franela de cuadros, o pasear al perro, pero llora porque él lo que quiere es que la tele ponga sus dibujos, y todo lo demás se la suda.
Bueno, no sé si me he conseguido dar a entender, pero no será por falta de ejemplos.
Ya es que no sé cómo decirlo, tío.

(Es como si un hombre se subiera encima del coche para ver si hay huecos libres de aparcamiento.)












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